Perspectivas Culturales de Latinoamérica

Más allá de la Conquista: La voz silenciada de los vencidos

Introducción
En este ensayo vamos a explorar la Conquista de México desde la perspectiva de los pueblos indígenas, centrándose en tres momentos clave: La visión de los vencidos, La Noche Triste y La Matanza del Templo Mayor. A través de testimonios en crónicas como la de Miguel León-Portilla, se busca reconstruir una narrativa alternativa que cuestione la historia oficial impuesta por los conquistadores. El análisis se enfocará en las expresiones de dolor, resistencia y pérdida, revelando cómo estas memorias colectivas ofrecen una comprensión más profunda del impacto cultural y espiritual que tuvo la invasión europea sobre las civilizaciones mesoamericanas. Vamos a analizar la derrota de Hernan Cortes en su plan fallado.

Hernán Cortés: 

Hernán Cortés fue un conquistador español que llegó a Tenochtitlán, México en 1519 y ordenó la captura de Moctezuma donde fue prisionero de los españoles por mucho tiempo. Cortés dejó a Pedro de Alvarado a cargo del ataque del Templo Mayor en 1520.  Donde cometieron una masacre durante una ceremonia religiosa azteca atacando a nobles y sacerdotes aztecas. Lideró la expedición que terminó con la caída del Imperio azteca en 1521.





 

La noche triste y La matanza del Templo Mayor:

Uno de los episodios más trágicos y decisivos de la conquista de México fue la matanza del Templo Mayor durante la fiesta de Tóxcatl, relatada con gran fuerza en Visión de los vencidos de Miguel León-Portilla. Este evento ocurrió en mayo de 1520, cuando el pueblo mexica celebraba una de sus festividades más sagradas, dedicada a los dioses Huitzilopochtli y Tezcatlipoca. En el corazón de Tenochtitlán, en el Templo Mayor, los nobles, guerreros y sacerdotes realizaban danzas rituales, vestidos con espléndidos trajes y sin portar armas, en un ambiente de solemnidad religiosa. Sin embargo, lo que debía ser una celebración espiritual se transformó en una masacre.

Aprovechando la ausencia de Hernán Cortés, quien había salido de la ciudad para enfrentar a una expedición rival liderada por Pánfilo de Narváez, Pedro de Alvarado, a cargo del mando, temiendo una posible rebelión o motivado por la codicia, ordenó un ataque sorpresivo contra los participantes de la ceremonia. Los españoles cerraron las salidas del recinto y comenzaron a atacar brutalmente con espadas, lanzas y armas de fuego. Según los relatos indígenas, los cuerpos fueron destrozados, las entrañas esparcidas por el suelo, y la sangre cubrió el lugar donde poco antes se entonaban cantos sagrados. El horror fue tan impactante que marcó un punto de no retorno en la relación entre mexicas y españoles.

La respuesta no se hizo esperar. El pueblo mexica, profundamente herido y traicionado, se levantó en rebelión y sitió a los españoles dentro del palacio de Axayácatl, donde se refugiaban. Aunque Cortés regresó apresuradamente para intentar controlar la situación, ya era demasiado tarde: la ciudad estaba al borde de una guerra abierta y la figura de Moctezuma, hasta entonces mediador, había perdido toda autoridad ante su pueblo. Pronto, Moctezuma murió —según versiones, asesinado por los mismos mexicas o por los españoles—, lo que incrementó aún más la tensión.

La crisis alcanzó su clímax en la noche del 30 de junio de 1520, cuando Cortés y sus tropas intentaron huir en secreto de Tenochtitlán, atravesando uno de los estrechos caminos de salida sobre los canales. Sin embargo, fueron descubiertos y atacados ferozmente por los mexicas desde canoas, azoteas y callejones. La retirada se convirtió en una catástrofe: murieron cientos de soldados españoles y miles de aliados indígenas, muchos ahogados por el peso del oro saqueado o atravesados por flechas y lanzas.

Este dramático episodio pasó a la historia como la Noche Triste, llamada así porque, según la leyenda, Hernán Cortés lloró bajo un árbol al ver la magnitud de la derrota. A pesar de esta devastadora pérdida, Cortés no se dio por vencido. Con tenacidad y habilidad estratégica, reorganizó sus fuerzas, formó nuevas alianzas con pueblos enemigos de los mexicas y, un año más tarde, regresó con un ejército reforzado. En agosto de 1521, logró finalmente conquistar Tenochtitlán, poniendo fin al Imperio azteca y abriendo paso al dominio español en Mesoamérica.




La visión de los vencidos: 

“Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe, y era nuestra herencia una red de agujeros...”​ (p. 168) 

      Este pasaje de La visión de los vencidos de Miguel León-Portilla ofrece una imagen fuerte que nos deja ver la brutalidad de la guerra desde la perspectiva de los pueblos indígenas. No se muestra como una acción heroica, sino como una experiencia llena de dolor y destrucción. Las imágenes de “dardos rotos”, “sesos salpicados en las paredes” y casas manchadas de sangre muestran una ciudad herida, atacada no solo en lo físico, sino también en lo espiritual. Frente a la historia que suele presentar la conquista como una gran hazaña liderada por Cortés, este texto nos muestra otra cara: la del sufrimiento y la pérdida de los pueblos vencidos. Aquí no hay gloria, sino ruinas, muerte y una cultura hecha pedazos. Al dar voz a estos testimonios, se hace justicia, recordando que la caída de Tenochtitlán no fue el comienzo de algo nuevo, sino el fin de muchas vidas y tradiciones.


 

Se ha perdido el pueblo mexica (p.168) 
 

El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en
[Tlatelolco.
Por agua se fueron ya los mexicanos;
semejan mujeres; la huída es general
¿Adónde vamos?, ¡oh amigos! Luego ¿fue verdad?
Ya abandonan la ciudad de México:
el humo se está levantando; la niebla se está
[extendiendo...
Con llanto se saludan el Huiznahuácat
[Motelhuihtzin.
el Tlailotlácatl Tlacotzin,
el Tlacatecuhtli Oquihtzin . . .
Llorad, amigos míos,
tened entendido que con estos hechos
hemos perdido la nación mexicana.
¡El agua se ha acedado, se acedó la comida!
Esto es lo que ha hecho el Dador de la vida en
[Tlatelolco.
Sin recato son llevados Motelhuihtzin y Tlacotzin.
Con cantos se animaban unos a otros en
[Acachinanco,
ah, cuando fueron a ser puestos a prueba allá en
[Coyoacan. . .

Cuando leí este pasaje tan visual y lleno de imágenes fuertes, realmente pude imaginar la brutalidad de la guerra desde los ojos de los pueblos indígenas. No se trata de una historia heroica como muchas veces nos han enseñado, sino de una escena de horror: cuerpos tirados, sangre en las casas, gente destruida tanto física como emocionalmente. Este tipo de relato rompe completamente con la idea de que la conquista fue algo admirable. Al contrario, muestra el dolor profundo que vivieron los vencidos. Me hizo pensar que para entender bien esta parte de la historia, no basta con conocer los hechos desde el lado de los conquistadores, también hay que escuchar a quienes perdieron todo.

Conclusión: 

Para concluir este ensayo, quiero añadir que es importante saber la historia que hizo lo que hoy en día somos, no solo desde la versión de los vencedores, sino también desde la voz de quienes fueron silenciados. Escuchar los testimonios de los pueblos indígenas, como los que recoge Miguel León-Portilla en La visión de los vencidos, nos permite entender que la conquista no fue solo un proceso de expansión, sino también una tragedia llena de dolor, pérdida y resistencia. Reconocer estas voces es una forma de hacer justicia histórica y de recordar que detrás de cada conquista hay culturas que fueron heridas, pero que también dejaron huellas profundas en lo que somos hoy. La historia no es solo una serie de fechas, sino también memorias vivas que merecen ser contadas desde todas las perspectivas.

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  1. La Conquista y La Colonización Adelmar Ramirez

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